El refuerzo positivo en familia y en pareja

23.02.2020

Cada vez más, el refuerzo positivo es conocido por ser utilizado en mascotas, en educación y en niños pequeños, pero... ¿sabéis realmente en qué consiste este concepto?

Ya lo estudiaron Thorndike y Skinner con las pobres palomas y gatos de sus experimentos. El refuerzo positivo se asocia a la realización de una conducta con unas consecuencias positivas. Si el comportamiento tiene consecuencias apetitivas para la persona, es más probable que la conducta se vuelva a repetir.


Tipos de refuerzos positivos

Cuando hablamos de refuerzos, podemos equivocarnos al creer que son sinónimos de "premios". No necesitamos comprar cosas materiales ante una conducta bien realizada ni premiar con comida ¡ojo! Si premiamos con chucherías, helados o bollería, no solo estaremos consiguiendo que se relacione comida = bienestar y se favorezcan los atracones en épocas complicadas, sino que estaremos fijando el deseo en alimentos muy poco saludables.

Entonces ¿qué tipos de refuerzos utilizamos? Los sociales, los verbales y los de tiempo de calidad. La literatura demuestra que si reforzamos aquello que queremos conseguir en el mismo momento en el que se está dando, aumenta la probabilidad de que se mantenga en el tiempo. Por ejemplo, reforzar a un niño inquieto cuando lleva unos segundos sentado y centrado en la tarea: "¡Qué bien sentado estás y ¡qué concentrado!". También podemos utilizar besos, abrazos, un guiño de ojo, chocar las manos o dejarles jugar una vez han terminado las tareas.

Otro aspecto importante en el refuerzo de los menores es realizarlo siempre en base al esfuerzo y no al resultado. Lo importante no es que saquen notables y sobresalientes en clase, sino que se esfuercen estudiando. Siguiendo esta pauta, nos dará igual que un niño haya suspendido si le ha dedicado 4 horas al estudio (esto se ve, sobre todo, en las dificultades de aprendizaje) de la misma manera que no nos será suficiente que una niña muy inteligente saque un 6 de nota en un examen que no se ha preparado. De esta manera, evitaremos criar menores centrados en la competitividad y obcecados en conseguir objetivos que, en algunas ocasiones, están fuera de nuestro control.


Utilización del refuerzo positivo en adultos

Cuando los niños son pequeños, estamos dispuestos a reforzar y a hacer una fiesta ante cualquier avance: se lleva la cuchara a la boca, da sus primeros pasos, hace su primer pis en el orinal, duerme sin chupete...

Pero, ¿qué ocurre cuando los menores llegan a la adolescencia y con los adultos? El refuerzo se paraliza porque es "lo que debe ser" y nos centramos solo en aquello que no nos gusta. Se deja de reforzar a una adolescente que aprueba todas porque es su deber, pero nos centramos en que no hace las tareas de la casa. Se dan por hecho las tareas de la casa en pareja "porque es cosa de dos y considero que no tengo que agradecerle nada porque no me está ayudando en algo que sea mío" y, sin embargo, sí nos fijamos en que hemos puesto más lavadoras esta semana.

Como decía más arriba en este post, reforzar no es sinónimo de premiar. Reforzamos conscientemente si queremos que la conducta se siga realizando y reforzamos inconscientemente cuando mostramos nuestra gratitud con quien compartimos el tiempo. Tenemos dos opciones cuando un empleado de un establecimiento nos responde de forma educada y respetuosa a una pregunta: Irnos sin decirle nada o responderle con un "muchas gracias" por habernos ayudado. Si en estas situaciones, solemos actuar de la primera forma ¿por qué no llevarlo a cabo con nuestras parejas, familiares, amigas y conocidos?


Para ello, os dejo unos ejemplos de refuerzos positivos y gratitud en la adultez:

Físicos: Abrazos, besos, coger de la mano...

Sociales: Hacer un plan que le gusta a la otra persona, que duerma la siesta si está cansado mientras nos ocupamos de niños y/o tareas, etc.

Verbales:

  • La ensaladilla está muy buena.
  • Gracias por recogerme y traerme (para hacer un plan).
  • Qué bien se te da la mecánica.
  • Me gusta cuando venimos a pasear a la playa (y la otra persona ha hecho un esfuerzo porque le gusta más el campo).
  • Gracias por poner el lavavajillas, así yo solo tengo que recoger la cocina que vengo cansada del trabajo.

La gratitud es un valor que solemos transmitir a los más peques con la famosa frase "¿qué se dice...?" cuando les ofrecen algo. Por tanto ¿por qué no ponerla en práctica desde la adolescencia hasta la senectud?


Mónica Blasco.