Empatizar con los adolescentes de ahora

06.10.2019

La adolescencia es esa etapa que los adultos temen. Esa época en la que se nombra a las hormonas, pero luego se nos pueden olvidar cuando la conducta que realizan no nos parece adecuada. Lejos de hablar de la conducta de estos menores de forma crítica, me gustaría fomentar la mirada empática.


Ante frases como "los adolescentes de ahora son" + cualquier calificativo negativo, corremos el riesgo de manifestar creencias basadas en prejuicios y no en datos objetivos. ¿Os acordáis de cuando erais adolescentes? ¿Os irritaban cosas de vuestra familia cuando antes actuaban de la misma forma y os daba igual? ¿Teníais algún amigo o compañera de clase que no estaba en su momento más tranquilo?

Antaño, las cosas eran de una manera. No se jugaba al Fortnite pero muchos pasaban toda la tarde en la calle, no se usaba el whatsapp pero se llamaba por teléfono a las casas. La sociedad cambia y es aconsejable que aceptemos que, lo esperable, es que los menores cambien con ella. Si juzgamos sus acciones sin preguntarles primero por qué hacen determinadas cosas, podemos tener una idea equivocada, no acercarnos a sus necesidades y crear una relación basada en la crítica continua.

En ocasiones, podemos ver a un grupo de adolescentes que está en el parque y cada persona está centrada en su móvil, escribiendo en lugar de hablar. ¿Y si hablan en un grupo con más personas que no hayan podido quedar? ¿Y si están compartiendo material multimedia como antes hablábamos de las series a la mañana siguiente en clase? ¿Y si quieren desahogarse entre amigos, hablando de temas de los que no se atreven estando en grupo?

Más de un adolescente juega online a videojuegos. En estas ocasiones, podemos quejarnos de que no se están socializando tanto como consideramos adecuado. Si juegan online, puede molestarnos la idea de no saber con quién hablan. Si juegan solos, podemos quejarnos de que no hablan con amigos. Pero, además, si hablan con amigos por whastapp, podemos quejarnos de que no dejan el móvil. ¿Y si, apartados de la queja hacia este colectivo, aceptamos que las formas de socialización y diversión han cambiado y ponemos los límites correspondientes en lugar de intentar evitar a toda costa que se realice la acción?


Ante las horas de consola, podemos poner un horario determinado a cumplir siempre y cuando haya terminado las tareas primero. Ante la posibilidad de jugar online, podemos llegar a un acuerdo de jugar solo con personas que los adultos conozcamos, tal y como hacemos con las amistades de la calle. Y, con respecto al móvil, podemos seguir con la cantidad de tiempo limitado al igual que con la consola, además de valorar la idea de no ofrecerles datos para que necesiten conectarse a una red wifi previo permiso.

Cuando ponemos límites en la actualidad pensando en el pasado, no estamos siendo objetivos ni nos estamos adecuando a la realidad, por lo que el cumplimiento de esas normas se hace más complicado. Además, cuando creamos una relación entre adultos y adolescentes desde el juicio sin empatía, nos alejamos de la posibilidad de entendernos mutuamente y de conseguir nuestro objetivo: amor + límites = relación sana.



Mónica Blasco.