Familias esclavas del tiempo de sus hijos e hijas
Si tienes hijos, sobrinas o amigos con menores, habrás podido comprobar que la vida con descendencia es diferente a lo vivido previamente. Cambia tu forma de pensar en algunos aspectos, recuerdas frases de tus padres que creías olvidadas y sientes un nivel de amor y protección que no habías experimentado nunca.
Los niños, desde su nacimiento, precisan de mucha atención. Comida a demanda, ciclos del sueño muy cortos, emociones que no entienden y necesitan ser calmadas por los adultos e infinidad de cosas que cambian a lo largo de los meses y del desarrollo evolutivo. Por otra parte, el horario laboral y su difícil conciliación con la vida familiar, hacen que se recurra en múltiples ocasiones a las abuelas, niñeros y a alguna que otra vecina. Los niños necesitan tiempo de calidad y la vida occidental lo pone complicado.
Quizá, por este sentimiento de culpabilidad y por la sensación de no poder disfrutar de los hijos, sumada a la responsabilidad y obligaciones que lleva como "norma" las figuras de madre y padre, encontramos familias que dedican su poco tiempo de ocio a planes dirigidos hacia los menores de forma única. Planes con amigos del parque, cumpleaños de compañeras de clase en parques de bolas, paseos por la urbanización mientras corren detrás de una pelota, comidas rápidas para llegar a casa y dormir la siesta...
Los menores (tanto en la infancia como en la adolescencia), precisan de tiempo de calidad con sus figuras de protección. Necesitan que les escuchen, que jueguen con ellos, que se rían juntos... La buena noticia es que esto se puede llevar a cabo de forma equilibrada y en sintonía con las necesidades de los adultos.
Los niños pueden introducirse en los planes de adultos si se les ayuda con las dificultades que puedan encontrar. Pueden:
- Ir al supermercado a hacer la compra si se les deja meter las cosas en el carro de la compra.
- Acompañar a realizar tareas a diferentes sitios si por el camino juegan a juegos como el veo-veo, las palabras encadenadas, adivina quién tengo en el coco...
- Llevar a su mascota al veterinario para hacerse responsable y partícipe del crecimiento del miembro de la familia.
- Ir a restaurantes/bares con los amigos de sus padres si pueden llevarse algún juguete, pinturas, hay columpios cerca o los amigos también tienen hijos. Los más pequeños pueden dormir en el carrito si se les ha entrenado a no dormir únicamente con total oscuridad y silencio.
- Ir a la playa, a la piscina o a la montaña con amigos de la familia a pasar la mañana, la tarde o el día.
- Ir a conciertos de música. Existen protectores acústicos para que no se dañen los oídos y puedan ver las luces y moverse al ritmo de las canciones.
- Ir al cine según su edad y su capacidad de atención y autocontrol para quedarse sentados en el asiento. Para iniciarse, existen cines de verano en algunas localidades donde la posibilidad de movimiento es algo mayor. Además, se puede ir entrenando en casa mediante capítulos de series cada vez más largos hasta llegar a completar una película entera.
- Ir a fiestas de cumpleaños acompañados cada vez por un progenitor. Mediante estos turnos, los adultos pueden dedicar algo de tiempo a otras cosas que quieran o necesiten.
Estas actividades y muchas más, se pueden llevar a cabo si se entrenan de menos a más y se provee a los niños de diferentes juguetes materiales y juegos no materiales para ayudarles en las esperas.
Al final de la infancia y en la
adolescencia, el
caso de "esclavitud" parental se presenta de diferente forma. Si cuando son
pequeños, algunos adultos dejan de hacer planes para quedarse en casa o hacer
planes de niños; en esta etapa, las madres y los padres se convierten en los
taxistas de sus hijos: "llévame al cine que he quedado con las de clase", "recógeme
del instituto que llego muy tarde a casa", "llévame a música/gimnasia/academia",
"sigue pendiente del móvil para cuando te pida que me recojas de fiesta" ...
La familia es un equipo que convive en la misma casa y, por tanto, es aconsejable pactar unas normas de convivencia además de equilibrar el tiempo invertido en cada uno. A partir de cierta edad, pueden ir solos a clase o quedar con compañeras que vivan cerca para ir juntos hacia el instituto. De la misma forma, pueden volver en compañía de sus amigos. Si van a extraescolares y es factible llegar andando o en transporte urbano, también pueden ir de forma autónoma. Es cierto que esos márgenes de tiempo gris en el que van y vienen les resta tiempo de estudio, pero si realmente quieren aprovechar cada minuto, pueden estudiar por el camino además de organizarse las tareas con antelación.
De igual forma, pasados los 8 o 9 años de edad, los cumpleaños pueden realizarse sin la presencia de los adultos que acompañan a los invitados. La familia que celebra el cumpleaños puede recurrir a varias personas para encargarse de los menores y que estos sean recogidos a la hora de finalización de la fiesta (reduciendo así el coste de la celebración y aumentando el tiempo libre para los padres de los invitados).
La educación y el amor a los hijos es algo de vital importancia en el desarrollo integral de las personas, pero el amor y el autocuidado de los adultos hacia sí mismos es necesario para su propia estabilidad y para la de quienes les rodean, además de servir como ejemplo de los más pequeños.
Mónica Blasco.