La importancia de la educación emocional

21.02.2021

Una de las preocupaciones más importantes que tienen hoy en día las familias es la educación de sus hijos e hijas. Esta suele ir enfocada, en la mayoría de los casos, hacia la educación académica, queriendo que los y las menores destaquen en clase, sean los y las más inteligentes y saquen las mejores notas. Se centra, pues, gran parte de la atención en el desarrollo cognitivo del niño o la niña, obviando una parte fundamental para su correcto desarrollo y prevención de futuros problemas: la educación emocional.

Trabajar la inteligencia emocional supone dotar al niño o la niña del conocimiento de las emociones, tanto propias como ajenas y del manejo de estas en las diferentes situaciones que se le presenten en su vida.

Sin embargo, no solamente no se le presta la suficiente atención a la educación emocional, sino que se tiende a la represión emocional de los hijos e hijas por parte de sus familiares. Este hecho se manifiesta en comentarios como "¡qué valiente has sido! ¡No has llorado en el médico!" en los que se elogia la cohibición de las emociones o en otros como "No montes aquí un espectáculo que hay mucha gente" en los que directamente se pretende reprimir su manifestación por parte del niño o la niña.

La sociedad en la que vivimos fomenta la no expresión emocional de aquellas emociones consideradas como negativas o aversivas. Suele estar mal visto que un niño o niña llore o se enfade y por ello se reprimen, critican e ignoran algunas emociones teniendo como consecuencia el no tener ningún tipo de conocimiento, control, ni equilibrio emocional al llegar a la vida adulta.

La tristeza, el enfado, la ansiedad, el miedo no son el problema. Este aparece cuando estas emociones están fuera de control y nos condicionan en nuestra vida diaria. Todo esto queda bien ejemplificado en la metáfora del volumen de la televisión. Es posible que en algunas ocasiones nos guste ver la televisión con el volumen bajo, pero en otras puede que prefiramos escuchar una película o un partido a todo volumen. El problema no es el volumen, el problema viene cuando este empieza a aumentar, no tenemos un mando con el que controlarlo y no llegamos a soportar la situación. Por esa razón, cuando en terapia se realiza educación emocional no se pretende dejar de sentir emociones negativas, lo que se pretende es dar un mando de control para conocer y ser capaces de regular las propias emociones.

La educación emocional requiere práctica y sus objetivos se centran en:

  • Reconocerlas. Ya que en ocasiones estas se presentan de manera simultánea y podemos tener dificultades a la hora de ser conscientes de ellas y poder expresarlas verbalmente. Como por ejemplo al suspender un examen podemos sentir a la vez rabia y tristeza y que esto dificulte la autoobservación.
  • Valorarlas positivamente. Todos los estados emocionales tienen su función adaptativa. Así pues, la ansiedad ante un examen nos motiva a estudiar y evita que suspendamos.
  • Relacionarlas con sus antecedentes, ya que todas son respuestas a estímulos concretos. Por ejemplo, es normal sentir ira ante un insulto o alegría al marcar un gol.
  • Tasar su intensidad. Ya que no resultaría adaptativo sentir un fuerte sentimiento de tristeza tras haber realizado un ejercicio mal en clase.

La terapia emocional correlaciona, en muchas ocasiones, con un buen pronóstico del tratamiento psicológico de una gran variedad de trastornos. Sea cual sea el diagnóstico y la edad del paciente, una buena educación emocional ayuda a tener un desarrollo integral óptimo y una calidad de vida satisfactoria.


Javier Montoyo.