La importancia de las normas en la infancia y en la adultez
¿Qué son las normas? ¿Para qué las ponemos y qué queremos conseguir con ellas? Estas son las tres preguntas clave que nos debemos hacer antes de ponerlas. Dependiendo de las respuestas que hayamos pensado, se acabarán poniendo de una forma u otra.
¿Qué son las normas? ¿A qué me refiero cuando hablo de ello? Podemos referirnos a un conjunto de pautas para vivir coordinados y en armonía o hacer hincapié en la importancia de respetar a la autoridad con todo lo que se dice.
¿Para qué las ponemos? Para enseñar valores, para anticipar el funcionamiento familiar o laboral, para educar en la obediencia... Puede haber múltiples motivos.
Independientemente de estas preguntas, existe cierta unanimidad a la hora de dotar a las normas determinada importancia. Es aconsejable que las personas, desde niños y niñas, aprendan a respetar las normas. Se puede empezar desde bien pequeños y en diferentes núcleos (la familia, el parque, otros niños, en el colegio...).
La diferencia reside en cuál es el razonamiento que le damos a los menores sobre la importancia de cada norma. Se les puede explicar por qué deben recoger sus cosas, por qué hay que ir a clase, por qué no se les puede comprar todo lo que ven en las tiendas o por qué nos disculpamos cuando le hemos hecho daño a alguien. Por otra parte, algunos adultos optan por frases como: "Porque lo digo yo y punto", "porque sí" o "porque no". Como siempre, creo que en el término medio está la clave. Se les puede explicar a los niños y adolescentes por qué se les pone una norma y se les puede recordar alguna vez. Pero, cuando ya ha quedado claro, no es necesario que se siga repitiendo una y otra vez ya que los menores pueden utilizar esta técnica para distraerlos de sus obligaciones.
Explicar el motivo de la norma es de vital importancia para que los pequeños y no tan pequeños, entiendan que no es un ataque personal y no lo vivan como una guerra de poder. También les ayuda a implicarse (aunque a veces sea complicado) y a sembrar poco a poco los valores que queremos transmitirles. Además, se nos suele olvidar algo muy importante en su desarrollo personal. ¿Cómo van a respetar a un profesor en sus estudios o a una jefa en su trabajo si no aprenden a respetar las normas en su familia? Si esto no ocurre, les será difícil aprobar sus asignaturas o mantenerse en un puesto de trabajo a lo largo de su vida.
Pero, por otra parte, y aunque a veces se nos olvide, no todo va a ser responsabilidad de quien acata la norma.
Las normas deben ser congruentes a nuestra forma de actuar y para todo el mundo (respetando la diferencia de edad entre cada persona). Si yo obligo a mis hijos a leer pero yo solo leo el periódico y, concretamente, la sección de los deportes, es probable que mi hija no se interese por los cuentos, libros o noticias de otros ámbitos. Si cada vez que juego una partida a algo, me enfado hasta que gano, es posible que los pequeños sean competitivos, les resulte complicado disfrutar durante el juego y se enfaden si pierden. Recordadlo siempre, los menores se dan cuenta de muchas de más cosas de las que os pensáis, tanto en la infancia como en la adolescencia. Si ponéis una norma que vosotros no hacéis, será más difícil que se cumpla.
Además, las reglas que no se entienden son más difíciles de cumplir. Cuando no hay un motivo previo o no se le encuentra sentido, se dificulta la parte de entendimiento, aceptación y crecimiento en valores que comentaba anteriormente. En esos momentos se pone en marcha el "porque yo lo digo" aunque no se haya verbalizado y, dependiendo de los casos, obtendremos una respuesta de sumisión o de rebeldía.
En otras ocasiones, podemos caer en el error de poner reglas cambiantes. Si dependiendo del momento o del estado de ánimo, las reglas fluctúan entre flexibilidad y autoritarismo, conseguiremos un patrón inestable de conducta y un mayor reto. Esto puede conseguir que la incongruencia gane protagonismo por encima de la norma, lo que la vuelve inestable y difícil de comprender, por lo que volveríamos al párrafo anterior. Además, si nos riñen o nos premian y no hay una estabilidad en el límite, se puede conseguir el efecto contrario. Puede ocurrir que quien debe acatar la norma pruebe y pruebe para ver si consigue no realizarla como en alguna ocasión pasada.
Todas estas pautas con las normas no son únicamente para familias con los pequeños o adolescentes. Estos aspectos a tener en cuenta para la aplicación de normas, puede extrapolarse al ámbito empresarial. Recordad que tanto los peques como los adultos aceptamos mejor las normas si son claras, sencillas, estables y tienen sentido para nosotros.
Mónica Blasco.