PROBLEMAS DE CONDUCTA EN NIÑOS: Pautas para padres

03.05.2020

A menudo, muchos padres llegan a consulta preocupados por el comportamiento de su hijo/a. Algunos niños demandan mucha atención, otros necesitan cuidados especiales y los padres no siempre saben muy bien qué hacer en cada momento. La desobediencia, los insultos, los gritos, la agresión verbal y/o física y las rabietas son los problemas de conducta más frecuentes que los padres suelen detectar.

Es importante destacar que estas conductas disruptivas se pueden considerar incluso "normales" en determinadas etapas del desarrollo infantil, permitiendo al menor explorar el entorno, sus posibilidades y límites; ayudan a desarrollar su propia identidad y favorecen su autonomía e independencia.

Sin embargo, existe una delgada línea entre lo "normal" y lo problemático, entre lo adaptativo y lo desadaptativo. Determinar hasta qué punto es normal va a depender de múltiples factores, como puede ser su edad, su desarrollo físico y emocional y su temperamento, entre otros. También conviene fijarse en la intensidad, frecuencia y duración del problema, el ámbito en el que ocurre (familiar, escolar, social, etc), el motivo desencadenante de la conducta problemática, etc. A veces, por muy insignificante que nos parezca, el simple hecho de que el niño/a esté cansado, tenga hambre o simplemente no le apetezca nada hacer aquello que le pedimos, puede ser un motivo suficiente para desencadenar un problema de conducta o una rabieta.


Como comentábamos, una de las principales quejas de los padres suele ser las rabietas. Pero, ¿qué son exactamente las rabietas? Pues bien, es la manera que tiene el niño/a de manifestar su frustración ante un deseo que no puede cumplir. Suelen darse ante figuras de autoridad (padres, maestros y otros adultos) y se expresan en forma de llanto, pataleo, gritos, enfados, agresión a objetos o cuidadores, etc.

Las rabietas suelen empezar alrededor de los 12-18 meses y hasta los 4-5 años de edad forman parte del desarrollo infantil normal. Cumplidos los 5-6 años, estas conductas deberían haber desaparecido del repertorio conductual del menor. No obstante, a estas edades, los niños/as todavía no han adquirido un nivel de madurez emocional que les permita autorregularse en situaciones de estrés o frustración.

Asimismo, a veces ocurre que los niños han aprendido a obtener lo que quieren por medio de una rabieta (por ejemplo, en el caso de un nene que está con su madre en el supermercado: "si grito y lloro, al final mi madre me va a comprar las chuches que quiero"). En este ejemplo, si la madre cede ante la conducta de llorar y gritar del niño, estará favoreciendo que se vuelva a repetir su conducta en el futuro ya que, de este modo (mediante una rabieta), él consiguió las chuches que quería.

Así pues, los problemas cotidianos de la conducta infantil no suelen desaparecer espontáneamente si no se manejan de manera adecuada. Es necesario, por tanto, la aplicación de diferentes medidas para reducir su frecuencia e intensidad y fomentar en el niño/a conductas prosociales para prevenir la aparición de trastornos de conducta graves.


Y bien, ¿cómo pueden los padres prevenir y manejar los problemas de conducta de sus hijos/as?

Cabe destacar que el estilo educativo y la comunicación entre padres-hijos influyen en el desarrollo y mantenimiento de los problemas de conducta, tanto en la infancia como en la adolescencia. A veces, una respuesta de desobediencia en un niño puede estar precedida por dar una instrucción de manera inadecuada (por ejemplo: "Pablo, te he dicho ya mil veces que apagues la tele, recojas tus juguetes y te vayas a la cama, ¿estás sordo o qué?"). Por ello, es imprescindible que los padres adquieran buenas competencias comunicativas con sus hijos, aprendan a dar órdenes de manera correcta y a poner límites desde el respeto y con cariño (sin olvidarnos de la paciencia, muuucha paciencia).

A continuación, veréis una serie de pautas que serán de gran ayuda para aprender a prevenir y a manejar los problemas de conducta de los pequeños/as:

  • Elaborar un horario con tareas diarias/semanales y establecer rutinas: se recomienda que se haga de manera visual, en un folio y dejarlo en un lugar donde el niño/a pueda verlo (por ejemplo, en la nevera), para saber en cada momento qué toca hacer. Es preferible que se incluyan tareas en las cuales puedan participar todos los miembros de la familia. Para motivar al niño/a, también se aconseja intercalar el tiempo para hacer tareas/deberes y el tiempo para jugar. De este modo conseguiremos que el niño/a tenga una recompensa tras cumplir con su obligación.
  • Establecer normas y límites: Por ejemplo, normas relacionadas con los hábitos y rutinas diarias (hora de levantarse, de desayunar, hora de hacer deberes, hora de jugar...etc.) y normas relacionadas con convivencia y límites, que son las que marcarán los valores dentro de la familia ("no se pega", "las cosas se piden por favor", "no decimos mentiras", etc.). En este punto, es imprescindible que los padres lleguen a un consenso.
  • Ser flexibles y realistas: No está de más recordar que estamos hablando de pautas para niños/as que están en constante cambio y aprendizaje. Por ello, y en la medida de lo posible, es importante no establecer normas demasiado estrictas si pensamos que nuestro niño/a todavía no está lo suficientemente preparado cognitiva y emocionalmente para cumplirlas. No es realista, por ejemplo, pedirle a un niño de 3 años que permanezca en silencio durante 30 minutos.
  • Firmeza: Cuando un niño está alterado, lo que necesita de nosotros es que mantengamos un tono de voz calmado, firme que le transmita seguridad, y evitar subir el tono de voz (por muy enfadados que estemos) o acompañarlo de una actitud hostil, ya que esto podría desencadenar una posible rabieta. También es importante mantenerse firmes ante las quejas del niño/a a la hora de aplicar una consecuencia.
  • Reforzar la conducta que deseamos que el niño realice: Por ejemplo, elogiar al niño cuando está poniendo la mesa, o cuando lleva 5 minutos seguidos haciendo los deberes en silencio. De este modo, aumentaremos la probabilidad de que vuelva a ocurrir dicha conducta o de que se mantenga. De lo contrario, si pasa desapercibida la conducta deseada, tendrá menos posibilidad de que se vuelva a dar.
  • Ignorar la conducta no deseada: Siempre y cuando sea posible, para extinguir la conducta problema es preferible no darle atención. En el ejemplo del niño en el supermercado, si en vez de ceder ante sus gritos y llanto le tratamos de ignorar, finalmente su conducta se extinguirá. Si le respondemos gritando, con enfado y con amenazas, por ejemplo: "¡como no dejes ya de llorar, te castigo sin jugar con la Tablet!" estaremos favoreciendo que la rabieta continúe y/o se incremente, ya que su frustración ya no será solo por no conseguir que le compremos las chuches, sino también por la consecuencia de perder algo que le gusta.
  • Ofrecer alternativas: Cuando los peques han aprendido a "salirse con la suya" es importante volver a tomar el control de la situación. Siguiendo con el ejemplo anterior, si no queremos comprar las chuches que el niño desea, podemos darle a elegir entre dos alternativas diferentes, diciéndole, por ejemplo: "ya compramos chuches la última vez, ahora puedes elegir entre las galletas o tu zumo favorito".
  • Aplicar avisos: Con el objetivo de preparar al niño para realizar la conducta deseada, es aconsejable emitir primero una orden más sencilla, por ejemplo: "cariño, en cinco minutos tendrás que ir a lavarte las manos para comer".
  • Aplicación de consecuencias: Antes de aplicar un castigo, es preferible que se le anticipe al niño/a lo que ocurrirá si incumple una orden/norma. Se aconseja poner consecuencias realistas y consistentes (es decir, todas las veces que el niño incumpla esa norma, y no a veces sí y otras no). Además, se deberá valorar la gravedad que supone incumplir cierta norma para tatar de no ponerle un castigo desproporcionado.
  • Pasar tiempo de calidad con los hijos/as: Entre 15-30 minutos al día, es recomendable que los padres jueguen con sus hijos. Se trata de conectar con ellos, escucharles, atenderles, calmarles, abrazarles, etc., con el objetivo de crear un vínculo. Nada de castigos, ni de imponer normas. La única norma es disfrutar de su compañía.


Por otro lado, vamos a ver una serie de recomendaciones útiles a la hora de dar órdenes correctamente para lograr una mayor obediencia por parte de los hijos/as.

  • Reducir el número de órdenes dentro de la misma frase: Cambiar órdenes complejas como: "Carla, guarda tus juguetes y apaga la tele, ve a ponerte el pijama y a lavarte los dientes, y a la cama", por órdenes más cortas. Por ejemplo: "Carla, es hora de dormir. Recoge tus juguetes, por favor". Esperamos 5-10 segundos para que acate la orden. Una vez completada, seguimos con el resto de órdenes.
  • Dar órdenes breves, claras y concretas: Las órdenes "pórtate bien" o "¿vas a lavarte ya las manos o qué?" pueden no ser comprendidas por el niño/a. Por eso, lo mejor es emplear otras que sean más claras y concretas: "haz la cama", "lávate los dientes", etc.
  • Dar órdenes en positivo: Pasarse el día diciendo frases como: "¡no subas los pies a la silla!" o "¡no corras por el pasillo!", además de enfocar la atención solo en conductas negativas de los niños/as, esto nos impedirá ver y reforzar aquellas conductas positivas que nos interesan que cumplan. Para conseguir que nos obedezcan, es mejor formular la frase en positivo y de forma asertiva, por ejemplo: "Ana, dibuja en la hoja que te he dado, por favor", en lugar de "¡te tengo dicho que no dibujes en la mesa, me tienes harta!".
  • Emitir la orden y anunciar la recompensa: En la primera parte, le diremos al niño lo que tiene que hacer, y en la segunda parte le anunciaremos la recompensa que tendrá si lo hace. Por ejemplo: "si terminas los deberes antes de las 5, bajaremos al parque a jugar". De esta manera, estaremos favoreciendo también la motivación del niño/a.

Sabemos que educar no es tarea fácil y que cada niño/a es diferente. Además, como personas que somos, los adultos a veces también perdemos los nervios en situaciones que nos desbordan. Espero que estas orientaciones sean de vuestro interés y os ayuden a la hora de mantener en el equilibrio y armonía familiar.

Andreea Milea